A los quince días.

Me he mirado las manos, cansadas como los trapos desteñidos de papá, como las risas más sinceras de mi abuela… esas últimas, en las que me decía que ya no quería más.

He notado mis miradas más perdidas que en otros tiempos; dejé la florecita en un cajón de mamá. Tanto la atesoraba que olvidé lo que significaba. Quise partirla en dos. Solo se ha quedado en el cajón.

He visto al destino actuar de diversas maneras y sigo preguntándome cómo sería si…

Te he vuelto a ver en toda la ciudad, como antes, como hacía tiempo no lo hacía… Y es que tu nombre, que seguía atado a mi tinta, ya no se me hacía tan certero; se me andaba yendo por la borda del olvido, porque así es el tiempo, porque así es la vida, porque así son las cosas.

Después de un abrazo, me quedo prendida de la alegría, cual muchachita de bachiller que cuenta las horas del fin de semana para que vuelva a ser lunes, como conjuro, para que pase más rápido.

Vaya, que tengo todo en contra, pero ¿qué más da? Uno no debería pasarse la vida deseando cosas inalcanzables, ¿de qué se trata? Y entonces Jorge paralelo me lo dice en su canción, cantando alegremente a los universos.

He encontrado tus madrugadas, me he enterado de que hay otros cabellos, otro perfume y otra sonrisa… Nada pasa. Todo se transforma.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Que ganas de que me cantes al oído y dormir entre tus brazos...

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