Entrada de seis.
Sopeso los pasos que he dado últimamente; fíjate que me dieron muchas ganas de contarte. Mejor te lo escribo: hoy dije tu nombre varias veces, a ver si, como el de rayas, te me aparecías. Camino a casa he vuelto a llorar sonriendo con la canción de las lunas de octubre. Adoro ese álbum.
Adoro el sonido de las teclas de la computadora, cuando pienso y después tecleo.
Una entrada de seis para aprovechar el día al máximo, dicen. Faltan tres minutos para que termine mi doble turno; preciso salir. Estoy bien, me siento tranquila, estoy aprendiendo a amar mis cargas.
Esos días cargados de los que tanto te contaba.
Tengo pendiente hablarte de la casa que encontré. Está en el centro del Puerto, por una calle colonial.
Tiene paredes verdes y sillones rojos. Encontré un lugar favorito para reposar, con entradas y recovecos, como los que uso al hablar, y en los que nos perdemos.
Se me ha antojado ir a Mérida.
Debo irme.
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