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Mostrando entradas de septiembre, 2017

La página trece.

Te he encontrado en una vieja libreta color cartón. casi en el centro, en las dos páginas. con la colilla en la mano izquierda para que no estorbe Se me está volviendo vicio ésto de trazarte. Podría escribirte ahora mismo... o podría hacerlo cuando te lleguen los hilos blancos. Esos hilos blancos hechos al tiempo, acordonando la medida de tu andar. Hilos que acicalan mis manos y tu espalda de pronto destellando en el olvido aprovechandose de las miradas y es que han vivido mucho. Los he escuchado murmurar abrumados a la orilla... en el borde enfurecidos y violentos. No se pueden contar de par en par. Los he visto libres y rebeldes... encajados en tu sonrisa de intrépidos en un beso... Les he palpado arremetidos entre mis escombros conmocionados... Esos tus hilos que no terminan de teñirse. Te cuento entonces... Has preguntado que si algún día escribiría sobre tu cabello suelto La verdad es que quiero hacerlo toda la vida.

Celofán de Rubiales.

En la esquina izquierda del tocador de la oficina hay un arbusto de hojas perennes color verde. sus flores blancas efímeras cual jazmín del Cabo. adornando a la medida la sílice de estructura pequeña. Es otoño ya y estoy en calma. Su célebre aroma inunda el lugar, arrancando el desvelo de una mala madrugada. Un segundo en el obturador moderno. me he cuidado de no apretujarlas al retirar el celofán pues les he tomado una fotografía. Has llenado de versos el tiempo Has curado la distancia con tus manos anestesiando los miedos bajo la tormenta como cuando con los besos me enmiendas el alma. Sigue virando la luz... dejandose opturar por el objetivo suspendiendo en lineas tu sonrisa y dando forma al destino.

Aliento de septiembre.

El sollozo contenido El pavor enfurecido que choca vibrante entre las paredes El sonido latente entre los escombros La vida silente que se opaca La penumbra asfixiante, El grito despavorido entre los crujidos La luna ha caído. el cincel se abre paso con la violencia de mis manos bélicas contra el pavimento La distancia entre el destino y el último suspiro. La benevolencia de la vida, su impermanencia medida transgredida La realidad que inunda las avenidas Que se huele y se cuela en los textos asombrados. Las miradas ante lo inverosímil El imploro hacia el que lo ha creado todo La razón quebrantada... con el llanto apretujado aquí en el pecho. El labrador que te encuentra desgajando la impotencia del que le sigue. Todo se detiene... a puños el silencio se levanta A puños el silencio amordazando a la muerte, acordonando el latido de tu lucha y en hombros te levantan...

El mar.

El mar acecha mi andar por sus rocas, taciturno como si cobijara el suelo a la expectativa del preso valiente, el mar. Mirando en el amparo de un niño perdido regocijando en la zozobra del animal delincuente el mar que espera el llanto y las risas el apagado mar que luce su vaivén sereno. El esfuerzo ostensible del padre que a mi paso lucha la muchedumbre incansable que envidiosamente trastorna el vuelo del viento contra el espigón sostenido y el sol, como si en venganza justo en mi frente solo arde. El mar que ha enamorado al río en el estuario sin importar la piedra más grande de la escollera. Quién se atrevería a juzgar al mar... aunque sea culpable de imploros y malos recuerdos. Quién a su paso concedería su vida al mar al abrazo furtivo de un enjambre mojado de granos de arena y sal Quién entonces admira su grandeza deja de lado su hostilidad. El mar se ha enamorado del río en un estuario.

Ser bipolar.

Déjame entender tus poemas lo velóz de tus palabras escribeme. Lo profundo de tus pasos lo preso de tus manos provócame. Has en mi remolinos y suéltame deja que vuele alto y que sienta que no te alcanzo abrázame. Entierra en mi todos tus miedos cuéntame ya tus llantos asfíxiame. Y ámame... ámame mucho más allá del pensamiento ámame! Ámame donde existan todas las barreras todos los candados por favor ámame... Cuélate por las rendijas, cuélgate de mi cuerpo intúyeme! Quiébrame de amor, Sucede conmigo.. Así... sin anunciarte, que mucho te he esperado.

Inquebrantable.

En ruidos mi cabeza Ruido sordo, entrañable... me seduce. En ruidos mi cabeza  Penas y derrotas que me marchitan. Las líneas de mi frente los delatan. En ruidos mi cabeza y siento que ya no puedo, malgastadas las horas.  Peligrosos los tiempos y el destino.  En ruidos mi cabeza  Ansiedad de la vida que me opaca  Que me ofusca... Que no me deja vivir.  Los ruidos de mi cabeza ... Y entonces llegas. Pasiva y almendrada llegas... Amarga como el café.  A todas horas llegas! Tan etérea como si nunca,  Cómo si nunca la vida misma  Tan irreverente y despojada de oscuridad. Llegas y callo...  llegas y te anhelo. Anhelo vivirte... anhelo el suspiro de cada día... anhelo los vientos, las hojas, las letras, sentirte tan mía!  Tan mía... 

Otra carta para ti.

Hoy he vuelto a usar reloj, me he puesto el de color negro con las manecillas oscilantes a su conveniencia, como si no hubiesen sido hechas para el tiempo. Está quebrado hacia las cinco justo a la hora de salida de la oficina, como si bien lo supiera para no dar más. Queda entonces perfecto en mi mano izquierda pues hoy visto de azul con gris. Ni siquiera el segundero va, quizá se esté planeando algo como para hacer que la vida se detenga, el tiempo... al menos en mi reloj. He estado creyendo que vienes pero no es así y justo si aparecieras en éste mismo instante no sabría que decir, no hablaría... pero no haría falta. Sí... te espero. Amargo es el café que hoy me sabe más frío que de costumbre, cargado, más café. Ha llovido mucho y los días no dejan de alegrarme con su gris sin sol. Me he mojado hoy por la mañana... juré detenerme si te veía por la avenida, te invitaría a bajar del coche y te obligaría a mojarte conmigo solo para reirnos un rato. Curioso es que dudo mucho que