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Mostrando entradas de octubre, 2017

Ardeidas.

Solíamos leernos. Un abrazo casi al medio día. Un te amo que no acaba. No se desprende. Amor perenne. Amor, sin penas que yo te canto. Amor que perdona la osadía. Amor transcrito que se transcurre. Se sostiene del tiempo para esgrimir el olvido. Se contrae aquí dentro. Si la hubiesen visto como yo la ví... La he sentido tanto. La alternancia de latidos. Preciso encontrarte sin perecer. Acertar tus enigmas... Crecer e inundarte. Vaciar cada noche y comenzar al despertar. Miró aquella mañana a las aves planear, Y en un abrazo le regalé la mejor de las sonrisas. Libre, como las Ardeidas cariño.

Caída de marfíl.

Yacía en el solado con el vaivén incesante. Sensaciones de alfiler. Mordisqueó las ganas y los encuentros falleció en silencio sollozó su muerte enajenada tan ajena de sí. Arrancose con fuerza los enojos, los brazos queriendo desprender y las uñas que se hunden sajando... Lágrimas que no dejan de caer quebrandose en el azulejo como sílice verdadero. Empieza a calar en el hueso ahí en el lado izquierdo, el costado y el hueco acetabular. Forcejeos de realidad. No una vez más! Opturó el momento. Dilución del cuerpo, dilución del alma. Ha caído una vez más. *** "pensamiento abstracto; es fácil llegar a una tiranía fundamentándose en estos planteamientos abstractos con afán de totalidad"

La huida.

Hoy la he descubierto planeando su huida. Pasaba mis dedos por los momentos perdidos en el electrónico y ahí estaba.  Tan abrumada con mi presencia, miraba siempre hacia el ventanal con las cortinas sucias al tiempo. Siempre con la mano arriba apoyando los dedos en el mentón, como si realmente arrobada por la idea. Los mismos trapos viejos de los años, con la mancha remojada y tallada quinientas veces. Los hoyitos en las bolsitas... solía siempre quedarse en un sillón. El fierro achatado a la medida en la espalda, desoldado de la esquina inferior izquierda.  Hoy la descubrí con la batita de tela blanca, sentada en el sillón al mediodía, con la cara de angustia y el hartazgo en los ojos, sin los hoyuelos de alegría, sin nada. Solo con la basta necesidad de decirme que era suficiente. Ya no podía llorar. Le era imposible expresarle a alguien... Ya no sabía vivir. Quizá se preguntaba por mí, en qué momento me rendiría. Porqué no habría de entender su querer. Debía ser un día cualquier

Golondrina clandestína.

Sutilizamos las horas y los encuentros inflexiones de aliento que se perciben. La manía necesaria de ofuscar las llamas aunque perenne de amor me encuentro. Quererte como ya lo hago... Perderme y empeorar un poco tu demencia. Transitivo es el verbo de perder intransitivo el empeorarte. Has llamado hoy a mi puerta. Has entrado rompiendo cerrojos y ladrillos. Debilidad y llanto... Te has ido y me has dicho que vuelves... que te quedas, que nosotros, que el viento... Ese viento que se lleva tan solo a las andarinas, pues no son felices en las estepas. Y es que yo... no sé cómo migrarte.